Recuperar Tradición y Grandeza, la Única Vía

2020-07-08T08:33:46+02:00 7 julio, 2020|

Por VÍCTOR DE LA SERNA

El bochorno de estos días en Valdepeñas nos coloca ante una doble realidad de dos mundos vitivinícolas separados, antagónicos, incompatibles, pero cuya coexistencia condiciona todo el panorama de futuro del vino español: se descubre un enorme escándalo en la venta de vinos con contraetiquetas de Crianza, Reserva y Gran Reserva de esa denominación manchega, más de la mitad de los cuales –millones de botellas- no han tenido la crianza reglamentaria, justo en el momento en que los más influyentes críticos internacionales descubren y difunden la extraordinaria recuperación de la cultura y las tradiciones del vino en todo el país, con un salto cualitativo sin precedentes.

El desarrollo masivo de vinos industriales muy baratos, ya sea a granel o embotellados, ha sido el rasgo diferenciador del vino español del último siglo, basado en las grandes superficies de viñedo de la mitad sur, de una reglamentación más que tolerante de los rendimientos –hasta 30 toneladas por hectárea de viñedo con regadío son legales en algunos sitios- y en precios bajísimos pagados por la uva a los viticultores.

Frente a ello y a las tendencias dominantes en el sector de los vinos de calidad –bodegas también de dimensiones importantes, a menudo de varios millones de botellas al año, según el modelo riojano-, un grupo inicialmente reducido de viticultores siguió hace cuatro decenios el ejemplo de Carlos Falcó, recuperando los vinos de finca -o de pago, según esta denominación de origen romano- pegados al terruño de origen.

El contraste entre una tendencia y la otra no ha hecho sino crecer a lo largo de estos decenios, desconcertando a los mercados internacionales, inundados por los baratísimos e intrascendentes vinos de supermercado españoles y, a la vez, receptores de un número creciente de extraordinarios vinos de terruño producidos por dos generaciones sucesivas de viticultores entusiastas que han redescubierto los suelos, las uvas, los climas y microclimas, las técnicas vitícolas respetuosas con el entorno –se vuelven a plantar viñas en vaso en España-. De ese modo, aquellos mercados no parecían enfrentarse a la producción de un solo país, sino de dos mundos diferentes.

Los que hace 20 años pusimos en marcha Grandes Pagos de España estamos convencidos de que el futuro deberá estar encabezado por esa recuperación, sin duda mejorada –nunca se hicieron en Gredos, el Bierzo o Jumilla vinos de la calidad de los actuales-, de nuestra historia vitícola, que acarrea un valor añadido que hace rentable el vino. Y, por otra parte, el sector de los vinos de supermercado también tiene un margen de mejora, a imagen de Australia y otros buenos productores actuales, para salir de su nicho pobretón y sin visos de porvenir. Pero los vinos enraizados en un terruño con personalidad son los que hacen grandes a Francia, Italia o Alemania y los que hicieron grande a la España de Jerez y Rioja. Hacia ellos deben volcarse los emprendedores… y los, hasta ahora, desorientados poderes públicos.

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