La viticultura nace hace miles de años fruto de la interacción entre el hombre, la vid y lo que denominamos comúnmente en el mundo el vino como “terroir”: una mezcla entre paisaje y clima. La domesticación de la vid fue evolucionando con el paso del tiempo y se adaptó a estos factores derivando en numerosas formas de trabajar y entender el cultivo de esta liana alrededor del planeta. Así, desde el valle de Alazani (Georgia) a las Rías Baixas, pasando por las escarpadas laderas del Mosela (Alemania), o la meseta castellana, la interacción entre hombre y vid adoptó distintas formas, todas ellas perfectamente imperfectas.
De todas las tareas asociadas al cultivo de la vid, la poda es a nuestros ojos, la más delicada e importante de todas. La poda no solo permite gestionar correctamente el crecimiento de las cepas como su producción, sino que también brinda la capacidad de prevenir numerosas enfermedades de la madera (yesca, eutipiosis, black dead arm, etc…), alargando así la vida de las cepas y, por ende, conservando el patrimonio más valioso: nuestro viñedo.
Con este objetivo en mente, desde la famille Belondrade hemos decidido apostar por la formación de nuestro equipo mediante la intervención y colaboración con reconocidos expertos en esta materia.
No se trata de olvidar las enseñanzas de los más ancianos, sino de fomentar la capacidad de construir un razonamiento y criterio propio para podar de manera respetuosa y sostenible. Aprender a seguir los canales de sabia para asegurar una buena circulación de esta, respetar el cono de desecación que se crea cuando se hace un corte en la planta, anticipar el crecimiento futuro de la cepa y crear una sinergia con las labores que la siguen, como la poda en verde, es esencial.
No se puede concebir y entender la práctica de una viticultura ecológica sin la aplicación de los principios de la poda responsable. Este es el camino que nos permitirá seguir mejorando la calidad de la uva y así hacer vinos de mayor complejidad si cabe.