La vid es un cultivo con pocas necesidades edáficas, es decir, se da bien en suelos pobres en nutrientes. Pero hay múltiples variantes que influyen en el correcto desarrollo de la planta: recursos hídricos, luz, temperatura y alimento.
Independiente del lugar de cultivo, de las particularidades del clima o del tipo de uva, todas las vides necesitan en mayor o menor medida los factores descritos anteriormente. Sin embargo, la gran diversidad de vinos y regiones en las que se elaboran los vinos de Grandes Pagos de España hacen patente que dichas necesidades varían.
Recursos hídricos: La vid es un cultivo que necesita poca agua, de hecho, es recomendable un cierto estrés hídrico para conseguir uvas de gran calidad. Las cepas captan el agua sobre todo a través de las raíces. Por ejemplo, un suelo arcilloso mantendrá la reserva de agua disponible adecuadamente. No todas las variedades de uva necesitan la misma cantidad de agua durante un ciclo vegetativo y, en función de la zona de cultivo, el clima y el tiempo de cada añada específica puede resultar más o menos favorable. En áreas muy lluviosas, como puede ser Rías Baixas (Fillaboa) o País Vasco (Astobiza) es fundamental un buen manejo del viñedo para evitar enfermedades. En numerosas áreas de Castilla y León, así como Albacete (Manuel Manzaneque, Do Finca Élez), Cuenca (Pago Calzadilla) o Alicante (Bodegas Enrique Mendoza), sin embargo, la sequía es un problema acuciante.
Luz: Las cepas necesitan la luz solar para realizar la fotosíntesis, durante el día las hojas emplean el aporte del agua captada a través de las raíces para crecer y desarrollarse (acumular azúcares). La glucosa, por su parte, se genera por la noche, a partir del CO2 captado del aire. La ubicación de las viñas es fundamental para la correcta captación de la luz.
Por ejemplo, en Jerez (Valdespino) o Montilla-Moriles (Alvear) el suelo de albariza, de color blanco, favorece el reflejo de la luz, lo que contribuye a que las uvas no se quemen. Además, la albariza tiene la capacidad de retener el agua en el subsuelo, mediante la creación de una especie de costra en su superficie. Por otro lado, en La Rioja, por ejemplo, el canto rodado se calienta durante el día y durante la noche desprende ese calor, con lo que se consigue una maduración homogénea de los racimos.
Temperatura: Durante el invierno, la vid puede soportar hasta los -20º C. Por debajo de esa temperatura, moriría. Durante la época de crecimiento, tras la brotación, heladas a una temperatura inferior a -2º C destruirían la cosecha o gran parte de ella. Las heladas primaverales son, de hecho, un problema común en zonas como Ribera del Duero (Aalto, Alonso del Yerro, Sei Solo, Toro (San Román, Numanthia) o Rueda (Belondrade). En la época estival, demasiado calor junto con aire seco podría quemar las hojas y los frutos. Las altas temperaturas y la baja continentalidad provocan un aumento del grado alcohólico y pérdida de acidez, mermando el equilibrio en los vinos. La resistencia de la planta dependerá de la variedad, la edad de la planta o el tipo de suelo en el que ubica, entre otros factores.
Nutrientes: la vid es una planta que no necesita excesivo alimento, por lo que se da bien en suelos pobres. Un buen ejemplo es el suelo de licorella (pizarra desintegrada en forma de lascas), típico de Priorat (Mas Doix). El CO2 es fundamental para que las bayas se desarrollen, las hojas son las responsables de combinarlo con agua y generar oxígeno y azúcares. Nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio y azufre son elementos necesarios para la vid que se encuentran en el suelo y son captados a través de las raíces. En función de las características del terreno, estos minerales pueden ser asimilables por la planta en mayor o menor medida.
Referencias:
- Bullipedia I
- Servicio de Aplicaciones Agrícolas e Hidrológicas. AEMet
- Manual de Viticultura de Alain Reynier